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El detrás de escena

PELEA APARTE: LAS SECUELAS QUE DEJAN LAS LESIONES

Es la práctica catalogada como una de las más violentas de todas, es por esto que las heridas superficiales son muy sencillas de ver y curar luego de una pelea, pero detrás quedan secuelas de las que no todo el mundo habla, ya que tampoco cualquiera puede visibilizarlas.


La última pelea de Carlos Monzón, contra Rodrigo Valdez. (Foto: Golpe de Poder)

Si nos remontamos a los inicios de este deporte tenemos que ubicarnos en Creta, Grecia, hace más de 4.550 años. Su nombre deriva del latín pugilis, la raíz de la palabra pug significa golpear y sumado a su sufijo ilis, -capacidad- se convierte en “el que tiene la capacidad de golpear”.

Así podemos darle un inicio histórico al boxeo, el deporte que más medallas y campeones del mundo le brindó al pueblo argentino. Más precisamente 24 medallas olímpicas y 40 pugilistas que lograron posicionarse en la cúspide de esta práctica de alto rendimiento.


Todos comprenden lo que es el boxeo en sí: dos hombres parados en un cuadrilátero (de seis metros, rodeados de cuatro cuerdas, con cuatro esquinas dos blancas, una roja y otra azul), golpeándose durante tres minutos por 12 rounds, si es que uno no llegó a ser noqueado por el otro antes de que finalice la pelea.


Los puñetazos que se imparten son visibles, las heridas superficiales que estos provocan también. Desde cortes en los ojos que se suturan con puntos; moretones en el rostro; fractura de tabique; hasta rotura de huesos o ligamentos en su herramienta de trabajo principal, que son las manos. Pero detrás de todo esto también surgen lesiones muy difíciles de visibilizar en primera instancia, o pueden quedar secuelas de tantas batallas disputadas.


Los médicos que acompañan a los boxeadores -tanto en los entrenamientos, como en las peleas- son los encargados de velar por la salud de sus deportistas. Son los que en primer momento notan si un púgil está en condiciones de seguir una pelea, aunque no tengan la decisión u oportunidad de frenar la misma. Son los que acompañarán el proceso de recuperación ante una lesión, ya sea previa o post pelea. En pocas palabras, son los que intentarán que el cuerpo y cabeza del peleador estén al cien por ciento para que puedan dejar todo su potencial en el ring.



Para entender un poco más del tema fuimos en busca de un profesional de la salud, con el cual logramos conversar y empaparnos un poco más sobre este deporte que mueve pasiones en Argentina. Para ello nos contactamos con Walter Quintero, quién es más conocido como el “médico de campeones”, ya que estuvo al lado de figuras cómo Marcos “Chino” Maidana en 11 peleas, con Jorge “Locomotora” Castro y Carlos Salazar en nueve combates y también acompañó en seis oportunidades a Marcelo Domínguez y a Jorge “La Hiena” Barrios.

Pero esta lista no termina acá, otros 10 púgiles también tuvieron el apoyo y ayuda de Quintero a lo largo de sus carreras profesionales: Jesús Cuellar (3), Sultán Ibraguímov (3), Brian Castaño (3), Juan Martin Coggi (2), Omar Narváez (1), Raúl Balbi (1), Luis Lazarte (1), Remigio Molina (2 intentos como retador), Érica Farías (4) y Sabrina Pérez (4).


Es por lo que, al momento de hablar de lesiones, Quintero es gran conocedor del tema y puede explicar en pocas palabras los tipos de traumatismos que pueden desarrollar estos deportistas de alto rendimiento y que a veces no son fáciles de diagnosticar.



Walter Quintero junto a Jorge “Locomotora” Castro y Marcelo Domínguez,

ambos campeones del mundo con los que trabajó

(Foto: IG Walter Quintero @medicodecampeones)


El deportólogo comentó el caso de fractura de mandíbula que presentó Jesús Cuéllar luego de una de sus peleas, cuando aún no era su médico, que no fue diagnosticado en primera instancia.


Relató que el púgil se había atendido con su doctor de cabecera tras la pelea, le había curado las heridas y suturó con puntos los cortes profundos, le había revisado la boca y hasta ahí no había encontrado nada anormal a los típicos traumatismos post enfrentamientos. Semanas posteriores, Cuéllar había asistido a una consulta odontológica ya que tenía un fuerte dolor en su boca, él creía que era por un dolor de muela y nada más, pero fue su dentista quién encontró una anomalía en su mandíbula.


Tras estudios médicos, cómo placas y resonancias, dieron con que el boxeador tenía una fisura en su maxilar. Algo que ni siquiera al tacto era posible de diagnosticar.


Como este caso, hay otros cientos en donde se cree que el atleta está en óptimas condiciones, es por esto que en Estados Unidos empezaron a implementar el Estudio sobre la Salud Cerebral de los Atletas Profesionales, que se basa en un sistema de puntos que ranquea si el deportista está apto o no para tener la licencia profesional de boxeo, en donde se realizan ciertos estudios médicos que demuestran en qué condiciones físicas, motrices y mentales está el pugilista.


Otros de los problemas o secuelas de las que habla Quintero son las dificultades en el habla, la pérdida de memoria o la falta de equilibrio. Pero hace mucho hincapié en lo más preocupante, que es la encefalopatía traumática crónica. La ETC es una degeneración progresiva de las neuronas que son causadas por varios traumatismos craneoencefálicos, debido a los golpes que los púgiles reciben en su cabeza, esto puede derivar en cambios de la personalidad o hasta en demencia.


La imagen del lado izquierdo muestra el tamaño y estructura de un cerebro normal y el de la derecha el de uno con encefalopatía traumática crónica

(Foto: Archivo Google)


Esta enfermedad es también conocida como “punch-drunk syndrome” y se hizo popularmente conocida en 1920 cuando varios pugilistas fueron evaluados debido a la lentitud mental y motriz que tenían, confusión mental y hasta convulsiones. Lo cierto es que dicha enfermedad solo se puede diagnosticar y confirmar al cien por ciento una vez que el paciente fallece, que es cuando recién se puede estudiar en profundidad su cerebro. En los otros casos solo son señales de poder padecer esta patología.


Como aún no se sabe que tratamiento es eficiente para combatir o ayudar ante este síndrome, el boxeador aficionado brasileño Eder Jofre, fallecido en 2022, donó su cerebro al laboratorio médico de la Universidad de Sao Paulo para que sea estudiado para diagnosticar con más facilidad la ETC o la “demencia pugilística”.



Si bien esta patología no se desarrolla en absolutamente todos los que practican dicho deporte, los factores que pueden desencadenarla varía según la cantidad de peleas disputadas, la cantidad de golpes recibidos en la cabeza y la estructura física del púgil.

El boxeo es uno de los deportes más morbosos del mundo, cómo dijo Marcelo Domínguez, uno se para para ver “cómo dos se cagan a piñas”, pero poco se habla del trasfondo que padecen los atletas al exponerse a tantos golpes.


No todo siempre es diversión o ganar dinero, las secuelas pueden ser muy riesgosas, aunque sean difíciles de notar.